miércoles, mayo 12, 2010

Las letras de mi padre

Nostalgia es:
He de confesar que hace casi 8 años que hurte. Si hurte esa es la palabra correcta de casa de mi padre un promedio de 100 libros. Pero todo tiene una perfecta explicación
En aquellos días yo vivía una temporada de mi vida en la casa de mi padre, una casa grande color blanca con marcos de madera en las puertas (cosa que a mi padre siempre le ha gustado en las casas) en ese tiempo yo estaba recién casada y con planes muchos, pero de entre ellos como siempre de los que nunca quito de la lista y que en momentos como este trabajo, estaban el leer y escribir, sin saber que por aquellos días la vida me tenía un vuelco, pues precisamente estaba en mi vientre ya mi primer hijo al que llame después Josue Cid Rodríguez y con el que hoy casi 9 años después comparto el amor por las letras, el amor por cuidar los libros, el amor por tener más libros y el celo por prestarlos. Pero entonces como pagar a eso que dicen ladrón que roba a ladrón.

El asunto es que cuando en esos días de recién casada y recién embarazada y en la aventura de lo que hoy es mi vida; llegue a la casa de mi padre estaba todo; lo tenía todo, su tele, su estero, su cocina, incluso algo de su ropa, sus sillas, su terraza, sus mascotas, un grupo de periquitos y un par de enormes ardillas estaban en los patios interiores de la casa y en el más amplio dos amigos fieles que el con el dolor de su ser dejo en la casa a la que todos llamamos Zapote, eran el “whisky y la tequila”. El primeo era atleta, sagaz, rudo, atento y por demás inteligente, coqueto y creo que padre de muchos cachorros de por esos rumbos; la segunda Tequila; ella era cariñosa, tierna, amable, buena confidente, buena amiga ambos de color canela y cuidados por una noble mujer de edad madura Doña Félix, desde mi llegada a la casa tanto los canes como Doña Félix me dieron un trato increíble, de las ardillas y los periquitos no puedo decir lo mismo pero se les recuerda, a mi me encantaba imaginar que mi padre en algunas tardes sobre todo de sábado le gustaba pasar tiempo con sus animales que para él nunca han sido mascotas, más bien miembros más de la familia Rodríguez. A la fecha tiene una gama de ellos y conoce a todos, me gustaba imaginarlo con el whisky y la tequila (advierto son los canes) o pensar en el admirando a sus ardillas. Así me gustaba despertar pensando que cada rincón de esa casa tenía algo de él y que ahora yo podía compartir, era mío, mi padre, solo mío al menos por esos momentos fugases en la mente, pensar que se despertaba temprano y desayunaba después salía al jardín mimando a sus animales, ahora era mi turno y con mi familia. Si mi familia Fernando mi esposo, el muñeco mi gato y la morena.
Debo admitir que desde que llegue a la casa algo en lo particular me robo la atención, ato mis sentidos y capturo mí tiempo; eso eran sus libros. Un librero antiguo de madera color chocolate repleto de libros casi todos del fondo de cultura y viejos todos de al menos mas de 20 años sus pastas intactas, sus letras no como las de hoy y el nombre de los escritores brincaban en mi mente como clase de historia o programa de esos de barra nocturna donde uno se pone atento para escuchar a los escritores opinar sobre el tema, además de observar detenidamente sus movimientos, expresiones y por qué no seamos honestos hasta cada una de sus arrugas pensando que en cada una de ellas son días de experiencia, momentos de aprendizaje y de los cuales uno puede aprender y robarse en ese programa de al menos 45 minutos.
Esos nombres estaban allí, la mayoría con libros de primeras ediciones, algunos con traducciones, otros eran viejos códigos civiles, mercantiles y hasta ley del trabajo de años atrás, algunos con la firma de mi padre de su puño y letra otros sellados por él, pero todos eran de él... Nada como ese recuerdo, nada como ese tesoro en mi poder, tener los códigos que él había leído aunque ya no eran vigentes eran de él, una pasión por el derecho que los dos compartimos; Admito que desde mis primeros años decidí ser abogado por que eso era mi padre, verlo aparecer con su portafolios, sus plumas de tinta y punta fina, su maletín de efectos personales, su carro siempre impecable, su ropa bien alineada y su pelo nunca fuera de línea eran lo máximo entonces yo quería como hoy parecerme un poco a él, aprender de él, sentir esa pasión por las venas con los libros y con las leyes, entonces y desde ese momento decidí seguirle lo mas que se pudiera. Claro que la vida nos regala a cada uno pero sobre todo Dios una personalidad propia y la oportunidad de aprender, admirar y respetar pero sobre todo elegir, yo efectivamente elegí ser abogado como él, y meterme en el mundo de los libros, escribir como él, aunque no vamos a la par de los intereses, me gusta en días como hoy, tener esos libros en mis manos y sentir lo mismo que hace casi 8 años ese deseo que me quema por guardar esos libros que eran y son las letras de mi padre.

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